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1 dic 2005

'La noche del terror ciego'

(La noche del terror ciego. Amando de Ossorio. España / Portugal. 1971. 97 minutos) He aquí uno de esos casos en los que las expectativas y el culto alrededor de una película puede jugar en su contra.

La noche del Terror Ciego es, como muchos de vosotros sabréis, el inicio de la que seguramente sea la única saga terrorífica que el cine español ha regalado al mundo (si exceptuamos la larga serie de cintas en las que Paul Naschy interpretaba a un licántropo). Basada en la leyenda de los caballeros Templarios y, sobre todo, en El monte de las ánimas de Gustavo Adolfo Becquer, Ossorio construyó una historia en la que logró mezclar con más suerte que eficacia la mitología gallega (en ocasiones te hace pensar en la Santa Compaña), elementos de los gialli italianos (la escena de la fábrica de maniquíes, adornada por una intermitente luz roja) y el entonces recién inaugurado concepto de zombi antropófago y de contagio vírico (vamos, que se podría interpretar como una versión propia de La noche de los muertos vivientes).

Si bien la visión de esta primera parte de la tetralogía ha sido algo decepcionante para mí, lo que no le puedo negar a Ossorio es la capacidad para crear de entre la amalgama de referencias unos personajes ya míticos,  que suponen en sí mismos el mayor acierto de la película y del éxito de la saga en todo el planeta, debido a su exotismo con respecto a otros muertos vivientes. El avance lento y quejoso de estos caballeros caídos, repudiados de la Iglesia Católica por sus ritos satánicos (en la versión de la historia que nos cuenta la película, claro), sus paseos hípicos a cámara lenta, la terrorífica marcha militar del más allá que les acompaña... hacen que cada una de las apariciones de los Caballeros de Oriente consigan hipnotizarnos y causarnos, como mínimo, inquietud y desasosiego.

Entonces, ¿dónde está la trampa? ¿Por qué me ha decepcionado? Pues la respuesta es tan simple como que la trama es insustancial y, para colmo, está narrada de manera lenta y algo torpe (un adjetivo que siempre ha acompañó al ya fallecido Ossorio, lamentablemente no sin razón). Tras unos títulos de crédito bastante logrados en su simpleza (impresionados sobre imágenes de ruinas medievales), la historia nos lleva a un escenario típico del cine español de los años 70: una piscina llena de chicas en bikini. Allí se reencuentran dos viejas amigas, Betty y Virginia, que, por lo que vemos en un flashback, compartieron algo más que simples confidencias en sus días de internado. Luego aparece el protagonista masculino, Roger. Éste, el típico machito ibérico de la época a pesar de su nombre algosajón, es amigo de Virginia (que está enamorada de él, aunque no lo reconozca), con la que prepara un fin de semana de vacaciones a Portugal. Al sentirse atraído por Betty, le invita al viaje. El pobre Roger es tan dependiente de sus hormonas que, en pleno tren y delante de Virginia, no se le ocurre otra cosa que flirtear con Betty. La humillada Virginia salta del tren en marcha y se pierde en el bosque, hasta que llega a un abandonado pueblo medieval. Ahora tenemos que recordar que estamos en los 70, en un país regido por una dictadura y en una sociedad fuertemente religiosa. Digo esto porque la escena que sigue es sintomática no sólo del género de terror en sí, sino también del contexto en que se filmó la cinta: Virginia entra en el pueblo abandonado, hace una hoguera, se pone a fumar, se desviste (¡cáspita, no lleva bragas!), se pone un pijama, se mete en un saco de dormir y comienza a leer un libro mientras en una radio suena música jazz. Vamos, que en unos minutos la muchacha ha atentado contra la moral cristiana y las reglas cívicas de la época y, por eso, "merece" morir (un apunte para los malpensados: estoy hablando irónicamente, por supuesto). En efecto, tal osadía tiene su respuesta: las tumbas de los caballeros muertos se abren, despiertan de su letargo, acosan a la joven y, finalmente, la matan a mordiscos. Sólo para contar esto (que en cualquier película podría ser un simple prólogo) Ossorio emplea más de 35 minutos. Y este es el gran lastre de la cinta: lo mucho que Ossorio alarga las escenas innecesariamente. Si bien es verdad que con ello logra crear atmósfera (ayudan mucho los escenarios naturales portugueses en los que la cinta está rodada), también es cierto que ese ritmo lento y moroso juega en contra de la calidad de este largometraje que, de haber tenido un ritmo más ágil y un mayor número de escenas de terror (apenas hay 3 ó 4), estaríamos hablando no sólo de un film de culto, sino también de un verdadero clásico en potencia.

Lo que sigue argumentalmente es Betty y Roger buscando a Virginia, y enfrentandose finalmente (junto a dos personajes secundarios) a los Templarios en el pueblo medieval. En medio, una escena que parece sacada de otra película y que no desvelaré para no estropear la sorpresa. Sólo destacar que no tiene nada que ver con el resto de la filmografía de los Templarios (o, al menos, con las otras dos entregas que he visto de la saga) y que se acerca más al tono de cualquiera de las cintas sobre zombis de Lucio Fulci.

Extrañamente, y a pesar de lo malo que se puede decir de ella, La noche del terror ciego es una película que merece la pena ver, eso sin duda. Dentro de sus parámetros es original y, a pesar de su tempo aletargado, no es del todo aburrida. Se puede decir que es una obra fallida, pero harto interesante y hasta obligatoria para los historiadores del cine de culto o los cinéfagos más recalcitrantes.

Quizá en otra ocasión hable de sus secuelas: El ataque de los muertos sin ojos (1973), El buque maldito (1974) y La noche de las gaviotas (1975). El bueno de Ossorio (uno de esos artesanos del cine comercial hispano que hay que reivindicar) encontró su particular mina de oro con los Templarios.



Publicado originalmente en Natural High. Notas desde el futuro: Este post me puso en el punto de mira de Mario Vírico cuando ejecutaba su Plan 9 bajo el nick de Starman. Él dice que no lo recuerda, pero yo sí. Pero no hubo pelea, sino que nos hicimos amigos. Decía que no le gustaba la reseña porque en ella hablaba de cómo tendría que ser la película y no sobre como era en realidad, lo cual puede ser cierto, pero no es un modo poco común de ejercitar la crítica, precisamente. De cualquier modo, sigo pensando que a La noche del terror ciego le sobran minutos y morosidad, pero aún así es una película a la que amar por encima del bien y del mal. Finalmente no hablé de la saga, aunque no lo descarto. ¿Mi favorita? El ataque de los muertos sin ojos

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