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28 abr 2011

'Justicia de acero'

(Steele Justice. Robert Boris. Estados Unidos. 1987. 92 minutos) Doce años después de acabar la guerra de Vietnam, los soldados John Steele (Martin Kove) y Lee Van Minh (Robert Kim) han seguido destinos diferentes: tras retirarse del ejército, el primero fue expulsado de la policía y ahora se dedica a transportar animales vivos, mientras que el segundo es un agente antidroga. Sin embargo, su amistad ha permanecido inalterable con el paso de los años. Ambos se reencuentran con el general Bon Soong Kwan (Soon-Teck Oh), antiguo enemigo reconvertido ahora en un benefactor apreciado por la comunidad. Lee sospecha que Soong Kwan es en realidad un traficante de drogas, actividad que realiza su hijo Pham (Peter Kwong) a través de la organización Tigre Negro, por lo que decide investigarle. Cuando Lee y toda su familia, excepto su hija Cami (Jan Gan Boyd), son asesinados, Steele decide tomarse la justicia por su mano y vengar la muerte de su amigo, mientras intenta recuperar el amor de su ex-mujer, Tracy (Sela Ward). Para ello contará con la ayuda de su serpiente Tres Pasos y sus antiguos superiores en el ejército y la policía, respectivamente, Harry (Joseph Campanella) y Bennet (Ronny Cox), aunque, como mandan los cánones, nada es lo que parece.

LO MEJOR: Las pintas de Martin Kove preparado para la
batalla final.
LO PEOR: Lo feas que son las escenas de acción.
Convencional hasta la médula, con secuencias de acción bastante pobres y un protagonista absolutamente carente de carisma y a quien le sientan mejor los papeles de villano, como su John Kreese de la trilogía Karate Kid, Justicia de acero puede sin embargo satisfacer al fan poco exigente y ávido de tipos duros destrozando todo a su paso en busca de la venganza. Algunos detalles de guión aportan algo de lustre, como el hecho de que el detective Bennet deje libre a Steele para que pueda hacer limpieza, consciente de que sus posibilidades al margen de la ley son más contundentes que si siguiera los cauces burocráticos para arrestar a los malos. También hay algo de humor autoparódico, como cuando el sargento Harry le pide a Steele que no sonría porque, como le ocurre a la mayoría de héroes de acción, su "cara no está hecha para eso". Y siempre es de recibo ver la inevitable escena de entrenamiento antes de formar la escabechina final: ese montaje de tres minutos en el que suena una canción AOR mientras el protagonista sale corriendo por la playa, afilando una espada y cargando sus armas de fuego, culminando la escena con un plano en el que, con el rostro pintado de camuflaje, mira al horizonte con gesto de mala leche. O ver cómo Steele se corta el brazo para chuparse el veneno de una serpiente y luego se quema la herida con la base de una sartén hirviendo. Pero, aunque en el clímax final salgan katanas, una tanqueta unipersonal y un lanzacohetes, Martin Kove resulta tan inapropiado y antipático como action-hero y las escenas de tiroteos, peleas y persecuciones son tan pobres (especialmente si las comparamos con las que se filmaban por esa misma época en Hong Kong), que uno nunca termina de disfrutar del todo con la película, convirtiéndose simplemente en una más, correcta, funcional, pero también algo insípida

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