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23 mar 2012

'12 Trampas'

(12 Rounds. Renny Harlin. Estados Unidos. 2009. 108 minutos) Muchos añoran los años en los que miraban lo que aquí conocimos como Pressing Catch y soñaban con emular, siquiera con su primo el del pueblo o con su hermano pequeño como contrincantes, las hazañas sobre el ring de titanes como Hulk Hogan, André el Gigante, El Último Guerrero, El Enterrador o Terremoto Earthquake. Estos tienden a pensar que eran tiempos mejores para el espectáculo de la lucha libre, pero infravaloran lo que ha conseguido actualmente una firma como la WWE, capaz de promover giras multimillonarias a través del planeta, de vender sus licencias de emisión a varios canales televisivos, de explotar su firma en videojuegos para todas las plataformas e incluso algo con lo que la WWF no podía soñar en los noventa: crear una división cinematográfica que, bajo el epígrafe de WWE Films (actualmente WWE Studios), ha conseguido poner en marcha, aunque sea con irregular fortuna comercial y artística, una serie de películas protagonizadas por wrestlers como Dwayne "The Rock" Johnson, Ted DiBiase Jr., "Stone Cold" Steve Austin, Big Show, Triple H o el que nos ocupa, John Cena. 12 trampas supuso la segunda incursión de Cena en el cine de acción, después de haber debutado con la espectacular Persecución extrema (The Marine. John Bonito, 2006), que no tuvo el éxito merecido. En esta ocasión contó con el ojo experto de Renny Harlin para el género, quien fuera en su momento la gran esperanza blanca de Hollywood y a quien una serie de desafortunados fracasos colocó en una posición más bien incómoda dentro de los estudios, teniendo que aceptar trabajos alimenticios en los que su figura de director estrella quedó relegada a la de artesano competente y poco más. Sin embargo, la buena mano del director finlandés se hace notar en 12 trampas y consigue salvar por momentos este actioner bastante convencional y rutinario, menos interesante que el anterior trabajo de John Cena delante de las cámaras.

LO MEJOR: La secuencia del tranvía.
LO PEOR: La escasa credibilidad de John Cena como héroe
de acción.
No deberíamos cargar las tintas sobre las aptitudes interpretativas de Cena ya que, al fin y al cabo, géneros como la acción, el western o el peplum están llenos de protagonistas tan hercúleos como inexpresivos que han sabido llenar la pantalla con su presencia y carisma. El problema es que, como  dijo alguien en los foros de IMDb.com, "John Cena es el Justin Bieber de la lucha libre: alguien que gusta a los niños, pero no a los adultos". No voy a ser tan maligno, pero sí es cierto que el tipo no consigue llegar a transmitir esa sensación de rudeza que cabría exigir a todo buen action-hero. Tampoco resulta especialmente simpático, con esa apariencia de Matt Damon on steroids. Así que, más que un atractivo, el protagonismo de Cena resulta un inconveniente. Por otro lado, el guión urdido por Daniel Kunka (por ahora, su único trabajo conocido) nos lo sabemos de memoria, recordando demasiado a las mejores ideas de Harry el sucio (Dirty Harry. Don Siegel, 1971), Speed (Jan de Bont, 1994) y Jungla de Cristal. La venganza (Die Hard with a vengeance. John McTiernan, 1995), con lo cual no hay mucho espacio para la sorpresa o cualquier hallazgo argumental. Al menos, la dirección de Renny Harlin sabe otorgar en algunos momentos una credibilidad de la que no anda sobrada la cinta (véase su horrendo clímax final como ejemplo), sacándose de la manga una secuencia de acción con un tranvía que, si bien recuerda mucho a las que vimos en La Roca (The Rock. Michael Bay, 1996) y El negociador (Metro. Thomas Carter, 1997), al menos ofrece un punto álgido de emoción en un producto que huele a refrito y que sólo puede satisfacernos por lo que tiene de raro hoy en día que se estrene (además, en salas de cine) una película de acción de la vieja escuela. Pero ésta ya la hemos visto antes y mejor hecha.

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