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29 mar 2012

'Splice. Experimento mortal'

(Splice. Vincenzo Natali. Canadá / Francia / Estados Unidos. 2009. 104 minutos) Desde que debutara en el campo del largometraje con la sorprendente Cube (1997), Vincenzo Natali ha estado intentando demostrar que el talento que dejó ver en aquella pequeña película no fue fruto de la casualidad. Sin embargo, ninguna de las propuestas que ha presentado desde entonces ha logrado calar en el público de la misma manera en la que lo hizo aquella maravilla. Splice no es una excepción. De hecho, y digo esto sin haber visto aún Cypher (2002) y Nothing (2003), sería más bien la confirmación de algo que casi se podía intuir en Cube: que Natali es un estupendo creador de ideas pero no es capaz de desarrollarlas del todo bien. En ese sentido, Splice es atroz: partiendo de una idea interesante (una pareja de científicos experimenta con fines médicos la mezcla de ADN animal y humano, dando como resultado una criatura humanoide que conserva sus instintos primarios), la película desemboca, a partir de trasladar la acción de un laboratorio a una granja perdida en un paraje nevado, en una rutinaria monster movie en la que todo está mal, empezando precisamente por un monstruo ridículo e irritante llamado Dren, unos protagonistas que caen mal y una alarmante falta de cualquier tipo de tensión o suspense.

LO MEJOR: Ginger y Fred destrozándose mutuamente.
LO PEOR: La manera en la que degenera la cinta hasta
convertirse en un producto inútil.
El primer acto de la película presenta conceptos ciertamente atractivos, como el hecho de comparar los experimentos genéticos con la maternidad o sugerir que si la medicina no avanza de manera más rápida se debe a cuestiones comerciales. También consigue hacer creíbles las criaturas creadas por los científicos gracias a unos efectos especiales bien logrados por las manos expertas de KNB EFX Group. Pero todo comienza a torcerse cuando nos damos cuenta de que no hay historia. Y eso que, en otras manos, la premisa podría haber dado bastante de sí: piensen lo que podría haber conseguido David Cronenberg con este material y en la manera en la que Natali desaprovecha ideas como la de la maternidad transgénica, los deslices incestuosos, el sexo entre especies, la responsabilidad que conlleva la creación de vida y cómo manejar los sentimientos encontrados hacia esa nueva criatura de apariencia vulnerable pero capaz de matar despiadadamente. En lugar de centrarse en esos términos, Natali introduce escenas risibles como la de Adrien Brody enseñando a bailar a Dren o la de Sarah Polley maquillándola frente a un espejo. Hay muchos momentos de Splice que inducen a la risa, pero ninguno que demuestre un humor voluntario. En los últimos minutos, todo se reduce a la típica idea de cazar al monstruo, para lo cual el guión se ve forzado a meter carnaza con calzador, culminando todo en un desenlace risible y bochornoso. Un despropósito, en resumen, sobre todo porque su punto de partida daba para una producción cuanto menos entretenida y terrorífica, dos atributos de los que no puede alardear la película.

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