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9 mar 2012

'Luces rojas'

(Red lights. Rodrigo Cortés. Estados Unidos / España. 2012. 119 minutos) Resulta muy difícil escribir sobre determinadas películas sin destripar involuntariamente algún detalle importante de su argumento. A veces basta con que pongamos al espectador sobre aviso para que éste sienta un irrefrenable deseo de seguir leyendo (o, aunque evite este paso, ya se predispone a realizar un visionado de la película más activo y descreído de lo normal). Voy a hacer lo posible por no desvelar nada importante, aunque sí les recomendaría que no siguieran leyendo y que no vieran el tráiler de Luces rojas en caso de que no quieran arriesgarse. No obstante, si han visto los posters promocionales ya habrán podido leer frases como "¿Qué crees saber?", "Desconfía de tus ojos" o "Tu cerebro te miente", las cuales tienen mucho que ver con lo que se esconde detrás de la tercera película de Rodrigo Cortés, quien abandona el autoimpuesto minimalismo de Buried (2010) para entregarnos un atronador espectáculo de magia con el que demuestra que la cobardía no es lo suyo: no le tiembla el pulso a la hora de dirigir a dos titanes como Sigourney Weaver y Robert De Niro, ni al filmar secuencias con efectos especiales que poco tienen que ver con la parquedad visual de su anterior trabajo. 

LO MEJOR: La inquietante presencia de Cillian Murphy.
LO PEOR: La historia del personaje de Sigourney Weaver
se desarrolla menos de lo deseable.
En lo que sí reincide Cortés es en desarrollar una historia angustiante y, hasta cierto punto, tramposa, ya que buena parte de su eficacia reside en el impacto que pueda causar su final en el espectador y en la habilidad con la que el guión disemina pistas a lo largo del metraje, intentando que no resulten demasiado evidentes como para descubrir el truco. Ahí no se puede decir que la película triunfe del todo, ya que alguna de las cartas que guarda Cortés se le ve debajo de la manga mucho antes de lo deseable, siendo éste el mayor inconveniente de un largometraje que, por lo demás, no pretende engañar a nadie: ya desde sus primeros minutos deja muy claro que el público debería cuestionarse todo lo que aparezca delante de sus ojos, obligándole a plantearse qué debería creerse y qué información debería desechar, intentando averiguar dónde está el truco y si realmente estamos ante fenómenos paranormales o ante la gran obra de un farsante. Y, de paso, aunque sea tomando prestado algo de David Lynch y algo de M. Night Shyamalan, Luces rojas confirma a Rodrigo Cortés como un cineasta total, capaz de escribir, montar y dirigir sus propias historias, entregándose a un cine de entretenimiento inteligente, elegante y lleno de sugerencias que deseo que siga cultivando muchos años, antes de que sea afectado por el síndrome Amenábar y decida que ha llegado el momento de dedicarse a contar historias más importantes.

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