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17 mar 2012

'La habitación del pánico'

(Panic room. David Fincher. Estados Unidos. 2002. 112 minutos) Tras sobrevivir al infierno que supuso el rodaje de Alien 3 (1992) y conseguir grabar su nombre con letras de oro en la historia del cine norteamericano reciente gracias a la triunfal Seven (1995), David Fincher vio su reputación mermada por culpa de los discretos resultados económicos de sus siguientes trabajos, The Game (1997) y El club de la lucha (Fight club, 1999), por más que esta última se convirtiera en un clásico inmediato. Con este panorama, Fincher decidió acometer un proyecto menos ambicioso, de bajo presupuesto y que fuera apto para ser digerido por las masas. Tomando como base un guión que el interesante David Koepp escribió en apenas unos días, Fincher convocó a Nicole Kidman y a Hayden Panettiere para interpretar a la madre y a la hija que quedan atrapadas en una habitación diseñada como una pequeña fortaleza, ante la amenaza de unos ladrones que han irrumpido en su casa y con el agravante de la enfermedad de la adolescente, que padece de diabetes. Todo parecía sencillo: un reparto con pocos actores, una única localización (salvo por algunos planos de exteriores) y un argumento perfecto para construir un ejercicio de suspense efectivo. Pero la mala suerte volvió a aparecer en la carrera de Fincher cuando Nicole Kidman sufrió un accidente durante el rodaje de Moulin Rouge (Baz Luhrmann, 2001). Sin protagonista, el director contactó con Jodie Foster, con quien estuvo a punto de trabajar en The Game (en el papel que finalmente haría Sean Penn) y ésta aceptó de inmediato. Lo de Panettiere fue diferente: al parecer, Fincher la consideraba "irritante" y decidió prescindir de ella, sustituyéndola por la todavía casi desconocida Kristen Stewart. Pero ahí no acabarían los problemas, ya que el afán perfeccionista del director convirtió una pequeña producción en una película de casi 50 millones de dólares de presupuesto, en la que cuidó tanto los detalles que la compañía que realizó los títulos de crédito iniciales (de clara inspiración Hitchcock/Bass) tardó un año en completarlos tal y como quería Fincher. Y esto sólo por poner un ejemplo de su meticulosidad.

LO MEJOR: Su apartado técnico.
LO PEOR: Puede resultar algo insulsa.
El resultado económico de la película fue más que bueno (casi 200 millones a nivel internacional), pero no así el crítico, ya que este sector sigue considerando La habitación del pánico como el peor trabajo de David Fincher. Desde luego, sí que resulta el más intrascendente, ya que su hilo argumental es tan básico que no se puede rascar en él, siendo una simple excusa para presentar a dos mujeres intentando superar sus miedos. Es decir, el abecé de un gran porcentaje de películas de terror, con la salvedad de que a Fincher le exigimos algo más que a los cientos de artesanos de la Serie B, por mucho que esto resulte algo injusto tanto para él como para las intenciones con las que realizó este largometraje. Sin embargo, a nivel visual la película es un caramelo: Fincher se lo pasó como un bebé con un juguete nuevo haciendo planos-secuencia imposibles, sirviéndose de los efectos digitales como ayuda y haciendo trampas para conseguirlos, de la misma manera en la que Alfred Hitchcock engañaba al ojo del espectador cada vez que cambiaba de rollo de filmación en la juguetona y ultradisfrutable La soga (Rope. 1948). Por lo tanto, La habitación del pánico es un ejercicio de suspense formalmente impecable, pero sin dobleces, sin resquicios para el verdadero mal (salvo, acaso, por el personaje enmascarado interpretado por Dwight Yoakam), tan entretenido y tan visualmente barroco como hueco, tan intenso en algunas ocasiones como alargado en otras, y un claro precedente, además, de algunos de los defectos que marcarían la trayectoria posterior del director (pese a que los fans me quieran crucificar por esto): ampulosidad, falta de ritmo y exceso de metraje. Con todo, el trabajo de los actores y el virtuosismo con la cámara de Fincher consiguen mantener la atención del espectador de manera eficaz, que es de lo que se trata, al fin y al cabo.

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