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25 mar 2012

'Negocios sucios'

(The 51st State. Ronny Yu. Reino Unido / Canadá. 2001. 88 minutos) Los años noventa fueron muy locos para el cine de acción: ante el decreciente interés del público por los héroes de toda la vida, se optó por recurrir a los servicios de savia nueva para el género y para Hollywood, con resultados no siempre óptimos y no siempre más atractivos para la taquilla. Por un lado, comenzó la tendencia de convertir en action-heroes a actores dramáticos, lo cual es la norma hoy en día e iba en detrimento de la credibilidad de las secuencias de acción. La otra estrategia consistió en importar el talento de los cineastas de Hong Kong, siendo Jean-Claude Van Damme el más listo al ponerse a las órdenes de John Woo (Blanco humano, 1993), Ringo Lam (Al límite del riesgo, 1996; Replicant, 2001; Salvaje, 2003) y Tsui Hark (Double team, 1997; En el ojo del huracán, 1998). Curiosamente, el desenfreno visual de estos maestros de la cinética no terminaría de cuajar en la industria norteamericana, como tampoco consiguieron establecerse Kirk Wong (con Equipo mortal, 1998) ni quien nos ocupa en esta reseña, Ronny Yu. Responsable en Hong Kong de un clásico del calibre de La novia del cabello blanco, Yu se presentó en Occidente con la marcianísima Guerreros de la virtud (Warriors of virtue. 1997) y resucitó la saga del Muñeco diabólico con La novia de Chucky (Bride of Chucky, 1998). Sin embargo, Negocios sucios pasó con más pena que gloria por donde se estrenó. Y, al verla, uno entiende por qué

LO MEJOR: El cúmulo de insensateces.
LO PEOR: Pierde gas a medida que avanza.
Lo que empieza casi como una película de Cheech & Chong se acaba convirtiendo en algo así como una versión hooligan de El último boy scout (The last boy scout. Tony Scott, 1991) pasada por el filtro politoxicómano de Trainspotting (Danny Boyle, 1996), con Samuel L. Jackson paseándose por ahí con una falda escocesa, Robert Carlyle jugándose el pellejo por unas entradas de fútbol, Meat Loaf con media cara quemada haciendo de un tipo al que llaman El Lagarto, Emily Mortimer jugando a que es la mujer más sexy sobre el planeta y un Rhys Ifans on fire. Todos ellos dirigidos por un chino perdido en Liverpool y metidos en una absurda trama de tráfico de pastillas de esas que dicen que le ponen a uno al 150%. Es decir, demasiado para el público convencional, pero casi una delicia para los amantes de lo trash como nosotros. Y digo casi porque, al contrario de lo que ocurre con esa joya de lo absurdo que es En el ojo del huracán, la cinta de Yu no es capaz de mantener todo el tiempo el mismo nivel de locura ni de ir a más, algo que supone un ligero escollo pero que se perdona por secuencias tan pasadas de rosca como la de la fiesta rave o la del grupo de skins nazis cagándose encima (literalmente). Y, aunque el clímax final funcione a bajas revoluciones, sólo por ver el uso que le dan a un paraguas ya merece la pena. Ronny Yu seguiría a tope en la imprescindible Freddy contra Jason (Freddy vs. Jason. 2003) para luego volver a China y dar lecciones sobre cómo rodar secuencias de artes marciales en la potente Fearless - Sin miedo (Huo Yuan Jia, 2006), también menospreciada por los amargados de siempre, antes de dirigir un episodio de Fear itself en 2008 y regresar definitivamente a la ex-colonia británica para filmar Saving General Yang (2012), quizá harto de ser ninguneado en tierras yanquis. Ellos se lo pierden. 

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